viernes, 17 de abril de 2015

Aniversario

“Te hago de todo, me dejo chupar, te la puedo chupar, hasta te la pongo si querés, pero no me pidas el culo porque tengo novia.”

El origen del mundo (fragmento)



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sábado, 11 de abril de 2015

Demasiado pronto

“Se conocieron cuando él tenía veinte y él treinta. Enton­ces la diferencia no les pareció un problema. Al contrario, lo tomaron como un desafío, algo excitante y nuevo para los dos, pero pronto esa novedad se fue transformando en un generador de conflictos e inseguridades, una carga. Por eso Míquel no se sorprendió cuando David le anunció el final después de un año y medio.
—Apareciste demasiado pronto en mi vida —le dijo David antes de marcharse.”
 
Demasiado pronto (fragmento)
 
 
Demasiado pronto está incluido en Historias sobre una duda constante

lunes, 6 de abril de 2015

La soledad del cisne

“No hay un día en que no deje de pensar en Mirna. Extraño el silbido de su respiración durante la noche, sus polvo­rones y hasta esa canción melosa que tarareaba a diario. Es triste ver cómo su presencia se va trans­formando en un recuerdo. Un recuerdo es tan poco… Pero son momentos. Hay días peores que otros, como este, en que debería estar frente al altar de la iglesia que habíamos elegido y no sentando a la orilla del río esperando a un cisne desagradecido.



¿Qué fue lo que me enamoró de Mir­na? Creo que su descaro. Recuerdo cómo nos conocimos. Yo había llevado a un grupo de niños al Palmengarten y estaba haciendo mi primera experiencia como maestro. Te­nía terror de que alguno se perdiera y los contaba a cada rato. Mirna era la encargada de realizar la visita guiada y en realidad debía hablar sobre plantas, pero uno de los ni­ños se interesó por el comportamiento de un mirlo. Fue cuando ella comenzó a hablarles sobre mirlos y urracas. Los mirlos prefieren buscar su comida en la tierra, escar­bando entre hojas secas y ramas, mientras que las urracas, dijo señalando un ejemplar de pecho blanco y cola negra, se alimentan de los insectos y frutos que encuentran en los árboles. Es como en casa, la madre se dedica a las ta­reas del hogar y el padre trabaja en la oficina, agregó con una liviandad que me estremeció. ¿Entonces el mirlo es la mamá y la urraca el papá?, insistió el mismo niño ante la mirada expectante de los demás. ¡Exacto!, respondió Mir­na. Sin permitirle que agregara una palabra más la agarré del brazo y la llevé a un lugar apartado para exigirle que rectificara de inmediato el disparate que había dicho. Si al­guien debía dar explicaciones, ese era yo, que para eso era el maestro, fue su respuesta. Convencido de que no tenía sentido seguir discutiendo con una jardinera perturbada me dispuse a reinstaurar la sensatez en las ideas de mis educandos, intento que quedó truncado cuando descubrí que el grupo, aprovechando mi distracción, se había dis­persado en varias direcciones. Las niñas corrían detrás de los mirlos y los niños festejaban con pequeños saltos el andar torpe de la urraca. Impotente e indignado le recri­miné a Mirna su imprudencia por confundir a los niños de esa manera y por echar a perder mi primera excursión escolar. Ella se limitó a decir, más por compasión que por otra cosa, que a los niños había que darles lo que pedían porque ya la vida se encargaría de desilusionarlos. Y si te­nía alguna duda, agregó antes de continuar con la poda de un bonsái, encantada me la aclaraba esa misma noche pero en privado."

La soledad del cisne (fragmento)
 


La soledad del cisne está incluido en Historias sobre una duda constante