Hace ya un tiempo me di cuenta de que la escritura, junto con las demás
disciplinas artísticas, es un acto de dominación, en donde el autor manipula al
lector a su antojo. No obstante, se trata de una manipulación, si esto sirve
para aliviar la idea, consensuada y tácita. El lector, al elegir el libro, se
deja conducir pasivamente por la imaginación del autor y acepta someterse a su
voluntad creativa. A primera vista pareciera un acuerdo desigual, pero
analizándolo con detenimiento veremos que no es así. No hay que olvidar que el
lector siempre cuenta con el derecho a interrumpir la lectura y, aún más
drástico, a abandonar el libro. Lo que estoy diciendo tampoco es una novedad.
La vida misma es un concatenación de actos de sometimiento (la religión, para
los creyentes; el amor, para los idealistas; las pautas sociales, para casi
todos, etc). En definitiva, hablar de vida es hablar de sometimiento.
¿Para qué esta introducción? Hace bien en
preguntárselo porque no quiero irme por las ramas. En los tiempos modernos la
brevedad es un bien preciado. Asumiendo que la escritura es una acto de
manipulación, pretendo ir más allá y quiero proponerle a usted, estimado lector,
una manipulación adicional. Es mi deseo sugerirle también cómo debe leer este
libro. Luego usted podrá tomar la decisión que le plazca pero es mi deber advertirle
que el orden de los relatos desempeña un rol fundamental en la forma de
concebir la obra. Es cierto que los relatos son independientes unos de otros
pero si usted respeta el orden propuesto podrá acceder al verdadero mensaje.
Dicho en otras palabras, busco desmontar sus prejucios, si los tiene, y ampliar
los límites de su tolerancia, de una manera suave y delicada, que no le cause
dolor ni lastime su orgullo. Permítame, entonces, introducirlo al mundo de
estos personajes que se animan a enfrentar la duda constante. Déjese llevar y
haga el esfuerzo de no renunciar al primer intento. Este viaje literario vale
la pena. Le aseguro que al final será recompensado con un plan para salvar el
mundo.
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